Mié. Sep 18th, 2024

Seguimos nuestra recorrida rumana y tras quedar maravillados con Brasov, nos internamos aún más en Transilvania. La que mete miedo por la literatura pero enamora por lo que muestra. Esta vez repartimos días entre dos ciudades fundadas por colones sajones que se ve que algo sabían de construcción porque pasaron más de 1000 años y ambos cascos históricos se mantienen envidiablemente bien. Mejor que Dany y yo cuando tenemos que caminar 2kms hasta llegar a nuestro hotel. Estamos viejos cansados pero felices. Entramos en #ModoMochila, la cargamos al hombro y recorremos Sibiu y Sighisoara, dos joyas medievales.

Sibiu, la Ciudad Mártir

Arrancamos contando el final reciente (o nuevo comienzo) de la ciudad que alguna vez fue capital del Principado de Transilvania. Con el Comunismo en etapa terminal, esta ciudad fue puntal a la hora de la revolución y lo terminó pagando con sangre. Paradójicamente, era sangre la que le daba fama, gracias al Conde Dracula.

Sibiu siempre tuvo resiliencia. Porque soportó una invasión como la de los tártaros, la disolución del Imperio Austro Húngaro que la dejó huérfana de nación y la llevó a Rumania, la posterior emigración de parte de su población a Alemania y hasta ser conejillo de indias de Nicu Ceausescu, hijo del histórico dictador. Pero esta gema enclavada en el corazón de Transilvania prefirió siempre mirar hacia adelante. Tuvo el primer hospital del país, la primera imprenta de la región y fue pionera en banca estatal.

Con tanta historia, orgullo y encanto, pusimos la vara alta y podemos decir que Sibiu cumplió con lo exigido.

Transilvania sigue dándonos alegrías

Ya metidos en lo único que les interesa estrictamente turístico, qué hicimos ? Podríamos decir que viajamos en el tiempo. O al menos eso es lo que se siente recorriendo las estrechas calles empedradas. Resaltan las casas, por su estado y la combinación de llamativos colores. Techos inclinados y adornadas con unas extrañas ventanas que simulan ser ojos y dotan a la estructura de una identidad propia.

Como toda ciudad medieval, la plaza es el centro neurálgico. En este caso la Piața Mare (Plaza Mayor), el lugar perfecto para sentarse horas y ver un incesante desfile de turistas y locales. Custodiados por el Turnul Sfatului (Torre del Consejo) y la Catedral de Sibiu, dos de los principales atractivos arquitectónicos de la ciudad.

Esta plaza, una de las más grandes del país se une con otra de menor tamaño a través de un camino de doble vía y si seguimos andando llegaremos a la parte baja de la ciudad. Sin salir, si levantamos la cabeza vamos a poder ver el «Puente del Mentiroso», que es el primero de hierro forjado del país. No sabemos el origen del nombre, pero no sería de extrañar que fuera en honor a algún hincha de boca por hablar de la supuesta grandeza de Aquellos Que Murieron En Madrid.

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No importa su toponimia, para nosotros será siempre el lugar donde el sol nos iluminaba mientras veíamos el horizonte de la ciudad, al tiempo que un pianista nos transportaba a otra época, otro momento, pero seguro no mejor que nuestro presente.

Sibiu es una ciudad que se recorre en 1 o 2 días. Nosotros nos tomamos 3 y nos hubiera fascinado quedarnos aún más, aprovechando que el apartamento estaba maravillosamente ubicado. Pero como la rueda no para, no hay mucho espacio para «slow travel», así que seguimos viaje. Tren, y a la siguiente parada.

El encanto medieval de la pequeña Sighisoara

Seguimos viaje por Transilvania, en otra ciudad fundada hace más de 1000 años. La historia dirá que Sighisoara destacó por la fortaleza que la rodeaba o por su importancia comercial durante el medioevo. Pero lo que la hará perdurar por siempre, es la mezcla de historia y literatura fantástica. Siguiendo con la lista de ciudades que viven de chuparle la sangre a Dracula, está lo hará por haber sido la cuna de Vlad Tepes, conocido como Vlad III y también como «El Empalador». Y si no le sacaron la ficha, no es otro que la inspiración de Bram Stoker para el personaje principal de su novela, el afamado Conde Dracula.

Pasa la historia, pasan los libros y Sighisoara continúa siendo esa encantadora y pequeña ciudad de calles adoquinadas y casas de colores que nos dejó sin aire. Por su belleza y porque para visitarla hay que subir más de lo que nuestras piernas y pulmones están dispuestos.

La ciudad donde el tiempo se detuvo

Quizás es por lo impecable de su conservación o porque la mezcla de gótico y renacentista no nos satura. Puede ser porque el casco histórico es fácil de recorrer y ofrece maravillosas vistas desde cualquier ángulo. O por la Torre del Reloj, como la que vimos en Sibiu y que también permite apreciar a la ciudad. Tampoco descartamos que haya sido por alojarnos con vista a los Cárpatos. Por lo que sea que haya sido, encontramos otra escala que no defraudó nuestras expectativas. Y eso que no contamos los museos porque no los visitamos dependen del gusto de cada uno.

Los turistas dedican un par de horas a esta ciudad. Nosotros, al igual que en Sibiu, nos quedamos tres días. Obviamente erramos al planificar optamos por paladear cada calle, saborear cada vista y degustar cada construcción que veíamos. Si, cada nuevo lugar es un manjar para los ojos (Nota mental: debo dejar de escribir estos posteos cuando tengo hambre).

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Y hablando de hambre en Transilvania…

Qué se come en esta zona ? La respuesta es válida para todo el país, pero vamos a hacernos los gourmet simulando que la experiencia gastronómica varía substancialmente en cada ciudad. Por empezar, mucha sopa. De verduras, con carne, cerdo, crema agria y más. A veces, dentro de un pan a suerte de plato. Tienen fascinación por el «covrig», un pan con forma redonda el cual comen solo, relleno de queso, nutella, chocolate y lo que pase cerca. Las ciudades están llenas de pequeñas panaderías (tradicionales y cadenas) donde la gente hace fila (y Dany se pelea) para comprar y comer el paso. Y por último, como en todo el mundo, también hay mucho «italiano» de la mano de la pasta y la pizza, que nos sorprendieron por ser bastante mejor de lo que imaginábamos.

Hasta la sonrisa, siempre

Nuevamente camino al tren, ahora para dos nuevas paradas. Se vienen Cluj y Oradea. No pensamos parar de visitar ciudades y pequeños pueblos hasta que le saquemos una sonrisa a un rumano. Que no se malinterprete, nos caen muy bien. Solo que no son de sonrisa fácil, ni siquiera ante dos encantadores de serpientes seres humanos como nosotros. Ni siquiera sonríen cuando les digo que soy argentino ! Serán todos sordos ?

Como siempre, mientras nosotros viajamos, ustedes tienen a Dany para seguirnos pero sin cansarse. Y seguramente no pasaremos a la posteridad como Bram Stoker, pero para nosotros este viaje sigue siendo una novela histórica. Chau, hasta el próximo posteo.